Introducción (Leer Apoc. 1:1-8)
Al acercarnos al libro de Apocalipsis, un sentimiento de temor e inseguridad amenaza la bendición que nos promete el Señor en Apocalipsis 1:3 donde dice “bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía…”
En mi caso particular, nunca había encontrado en el pasado un sentido práctico de esta bienaventuranza para mi vida. Y, aunque ciertamente muchas porciones del libro eran de consuelo y de bendición para mi, aún así, sus figuras, sus símbolos, y todos estos “misterios” que aparecen en este libro, atemorizaban mi anhelo por aprender más de él, y lo había relegado a un lado, dándome por vencido, al no entender el punto central de lo que viene tratando Juan en el Apocalipsis.