Israel en su forma Final
Si podemos demostrar y probar que la epístola a los Gálatas establece mas allá de toda queja que la Iglesia es una, una unidad, en el Antiguo Testamento y el Nuevo, y que por lo tanto la Iglesia del Nuevo Testamento es la forma final de “Israel”, la heredera de todas las promesas hechas a Abraham, Isaac, y Jacob, el cumplimiento de todas las profecías del reino que el Mesías vino a establecer, y que de hecho estableció- nuestra tarea habrá sido completada y nuestros lectores deben hacer el resto.
Es nuestra contención deliberada que es esta la misma posición establecida en el próximo capitulo (el cuarto) de la epístola a los Gálatas, establecido con tal fuerza que puede ser evitado solamente por la ceguera o una ignorancia culpable en su naturaleza.
El capitulo cuatro contiene el argumento final de Pablo, proveyendo estas dos cosas: (1) Que la obra de “adopción” realizada en los corazones de todos los verdaderos creyentes demuestra que ellos son los sucesores legítimos de la iglesia Israelita del Antiguo Testamento (2) El reesfuerza esto por medio de una alegoría construida sobre la historia de Abraham, mostrando que el [pueblo] Judío natural no es Israel sino que los tales son en realidad Ismael; Y que la iglesia del creyente Judío y el Gentil es la verdadera y única y el exclusivo Israel de Dios.
Siendo esto así, las promesas al Israel en las profecías del Antiguo Testamento han de ser entendidas espiritualmente aun cuando estas aparentemente hablen de una restauración literal y material de “Israel y Judá.” Esta es la clave, la única clave, para la interpretación profética. Procedemos por lo tanto: Gal. 4:1 ~ “Pero también digo: Entre tanto que el heredero es niño, en nada difiere del esclavo, aunque es señor de todo.”
Pablo está diciendo que en los tiempos del Antiguo Testamento la verdadera iglesia, el verdadero pueblo de Dios estaba en un estado de minoría de edad. No habiendo llegado a ser “hecha adulta”, ellos fueron tratados como un niño en la casa de un hombre rico, siendo el heredero de toda la propiedad y privilegios del padre, pero no habiendo llegado todavía a aquella edad cuando esa herencia podía ser propiamente conferida. Por lo tanto, el niño-heredero se encuentra a sí mismo cercado con restricciones y oficiales quienes regulan su vida para que el no tenga la libertad de disfrutar sus privilegios sino que deba esperar “hasta el tiempo señalado por el padre.” Esto es expresado por Pablo en las palabras, “sino que está bajo tutores y curadores hasta el tiempo señalado por el padre”. (Gal. 4:2)
Los tutores y gobernadores de la iglesia en el Antiguo Testamento fueron las regulaciones del código de Moisés. Pablo deliberadamente transfiera la figura del niño-heredero a la iglesia en su minoría de edad durante el Antiguo Testamento en las siguientes palabras “Así también nosotros, cuando éramos niños, estábamos en esclavitud bajo los rudimentos del mundo.” (Gal. 4:3.) La niñez de la iglesia fue en su forma Israelita bajo el Antiguo Testamento. La “esclavitud” era la sujeción del pueblo de Dios a aquellos “rudimentos” terrenales del templo visible, los sacrificios, la circuncisión, y todas las otras observancias legales “en la carne” las cuales constituían una condición preparatoria para el pueblo de Dios antes de la venida de Cristo.
De ese glorioso evento cuando la iglesia obtuvo su libertad y pasó de estar bajo la ley a la completa libertad del evangelio de la fe, Pablo dice “Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos. (Gal. 4:4-5.)
“El cumplimiento del tiempo” se refiere a los tiempos del cumplimiento profético de todos los propósitos y promesas de dios en la redención. El que Pablo se refiera al Evangelio cuando habla de “el cumplimiento del tiempo” significa que la era del evangelio es el cumplimiento de todas las cosas las cuales Dios habló por sus santos profetas desde que el mundo comenzó – Lucas 1:70.
Estos son “los últimos días” descritos por Pablo en Hebreos 1:2, “el fin del mundo” (Hebreos 9:26), “el ultimo tiempo” (1 Juan 2:18.) Si estos son los últimos días y el tiempo final, y el final del mundo, ¿cómo es que dicen los Dispensacionalistas que hay un “tiempo” depuse del “ultimo tiempo”, otro reino que ha de venir después que el “reino de Dios” haya corrido su curso, otra era después de la era del evangelio? Nosotros esperamos con confianza su repuesta.
En estos “cumplimientos de los tiempos” el hijo de Dios fue enviado, nacido de una virgen, nacido bajo la ley, para que como uno obligado por su verdadera humanidad y por el tiempo en el cual apareció, para guardar toda la ley, lo hiciera en la perfección de Su oficina Mediadora, redimiendo “aquellos que estaban bajo la ley” para que ellos con nosotros los Gentiles recibieran juntos la “adopción de hijos” la cual nos pone por encima de la servidumbre de la ley y nos introduce a la herencia completa de los hijos de Dios. “Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: !!Abba, Padre!” (vs. 6.)
Esta es la diferencia entre al experiencia del pueblo de Dios en el Antiguo Testamento y aquellos en el Nuevo Testamento. La diferencia no es una de calidad de salvación o la naturaleza de la fe, sino el estatus de privilegio disfrutado. El vivir después del sacrificio de Cristo el cual procuró la total restauración del alma a una directa comunión con Dios, el creyente ahora recibe el total testimonio de un hijo y es liberado del servicio de las formas externas y las ceremonias.
Sara y Agar
Después de haber disputado con los Gálatas por haber cedido tan fácilmente a las subversiones de los maestros Judaicos, Pablo continúa su argumento en la famosa alegoría de Sara y Agar. Esto ocupa los versos del 21-31 de nuestro capitulo y es la palabra final de todo argumento de interpretación profética.
Abraham tuvo dos hijos- Ismael e Isaac. El primero, que era hijo de la esclava, Agar la Egipcia, fue rechazado por Dios como no siendo el verdadero heredero. El otro, Isaac, era el hijo de Sara, la verdadera esposa, y este fue la verdadera semilla por medio de quien la promesa de Dios habría de venir. Entonces el argumento del apóstol, viene con el más sobresaltado revés en la historia de toda la profecía. Agar, la esclava egipcia es identificada con Jerusalén y el Judaísmo. Sara es identificada con la verdadera iglesia ~ “la Jerusalén celestial”.
Por lo tanto, la alegoría declara que el Israel terrenal (las doce tribus) debe ser considerados como Ismael porque ellos están en esclavitud de la ley y no son libres. La iglesia de los Gentiles y los Judíos (en la cual toda distinción de raza, grados y privilegios son abolidos) este es el verdadero Israel a quien las promesas de Abraham aplican.
Agar e Ismael representan a la Jerusalén “que es ahora” (eso es, la Jerusalén terrenal en pie con su templo y sacrificios al momento de los escritos de Pablo.) Sara e Isaac representan la verdadera iglesia del evangelio, la “Jerusalén de arriba”. El pacto hecho con Abraham es la promesa del evangelio, y de esa promesa está excluido todo judío vivo o quien viva jamás excepto que este venga por al mismo camino de arrepentimiento, fe y regeneración que el creyente gentil transita.
Pablo reesfuerza su alegoría con una cita de Isaías 54:1 “Regocíjate, O estéril [Sara], la que no daba a luz; levanta canción y da voces de júbilo, la que nunca estuvo de parto; porque más son los hijos de la desamparada [el Nuevo Pacto] que los de la casada [El Antiguo Pacto], ha dicho Jehová.” La abolición del Viejo Pacto significa la abolición de Israel (Judaísmo) de todos sus privilegios, y el aparecimiento de la Iglesia del Nuevo Testamento es el ascenso del nuevo “Israel de Dios”, Judíos y Gentiles, con todas las distinciones siendo obliteradas, y a quien solamente le pertenecen las promesas Abrahámicas.
Esto es abruptamente y categóricamente expresado por el apóstol en las palabras, “Así que, hermanos, nosotros [la iglesia del N.T.], como Isaac, somos hijos de la promesa.” Pablo toca en el verso 29 sobre la persecución envidiosa de los Judíos en contra de la iglesia a quienes todos los privilegios de ellos habían sido pasados, y lo compara al odio de Ismael contra Isaac y concluye su argumento citando en contra de los Judíos las mismas palabras originalmente dichas contra Agar y su hijo Ismael ~ “Mas ¿qué dice la Escritura? Echa fuera a la esclava y a su hijo [el Antiguo Pacto con el Israel terrenal]: Porque no heredará el hijo de la esclava con el hijo de la libre [eso es la Iglesia del Nuevo Testamento]”. (vs. 30.)
El terrible juicio de estas palabras es inconfundible: Israel es echado fuera y desechado para siempre como nación. Pablo no da ninguna insinuación de alguna “restauración” aunque este sería para declararlo, si es que había de haber restauración. El privilegio Judío ha terminado por siempre. El Pacto ha pasado a la Iglesia del Nuevo Testamento en el cual Israel no tiene parte alguna a menos que sea como creyentes individuales.
Este “desechar” no es modificado por Pablo en ninguna otra parte. Tenemos en otros lugares demostrado que en Romanos 11 Pablo esta hablando de Judíos individuales y no de la nación, cuando escribe “Porque si su exclusión es la reconciliación del mundo, ¿qué será su admisión, sino vida de entre los muertos?”
Su última palabra a los Gálatas es “De manera, hermanos, que no somos hijos de la esclava, sino de la libre” (Gálatas 4:31.) Esto él lo escribe a la más Gentil de todas las iglesias, mostrando que a [los miembros de] la iglesia Gentil han sido pasados el pacto, la gloria, el derecho de primogenitura, el privilegio y la esperanza de redención.
Las consecuencias llegan más lejos. Se extienden a toda profecía del Antiguo Testamento en las cuales el Nuevo Pacto es predicho, aunque las palabras de los profetas son dirigidas a “Israel y Judá”. Ese “Israel y Judá” es la Iglesia del Nuevo Testamento, y aunque las profecías están encerradas en términos de la tierra de Israel y emplean detalles topográficos y geográficos tomados del territorio terrenal de las doce tribus, estas son “figuras de lo verdadero” de la misma manera que el templo, los sacrificios y el sacerdocio, la pascua y las fiestas eran “figuras de lo verdadero”, diseñadas para demostrar verdades del evangelio a aquellos oídos están abiertos para oír. Debe ser grandemente temido que a muy pocos de los maestros proféticos en nuestro día pueden ser dirigidas aquellas palabras: “bienaventurados vuestros ojos, porque ven; y vuestros oídos, porque oyen” (Mateo 13:16.)
Bien podría preguntarse acerca de nuestros amigos Dispensacionalistas de hoy – ¿Qué fue lo que el Señor escondió de los Judíos prudentes de Su día y lo reveló a “niños” (Mateo 11:25)? Si fueron “las cosas” pertenecientes a Su reino el cual El vino ha establecer sobre las ruinas del imperio Satánico del pecado y la muerte, entonces el “reino” el cual el “ofreció” a los Judíos fue enteramente espiritual y no natural, y esta es la razón por la que fue escondido de todos excepto de aquellos con ojos para ver y oídos para oír.
La razón por la que los Judíos rechazaron a Cristo es la misma razón por la que todavía lo rechazan hoy – es decir, porque ellos esperaban un reino terrenal, y Cristo no les trajo esto. Sin embargo, las teorías proféticas prevalecientes, insisten que Cristo en realidad “ofreció” este reino a los Judíos y porque ellos rechazaron la oferta, el evangelio fue traído como una ocurrencia tardía o como un substituto. Lo que la teoría dispensacional está diciendo es que Cristo ofreció a los Judíos el mismo reino el cual ellos esperaban, ¡pero ellos lo rechazaron! Al final, dice esta teoría extraordinaria, Cristo va a rendirse y va a dar en realidad a los Judíos el mismo reino por el cual ellos le crucificaron por no haberlo establecido en Su primera venida. Por lo tanto, la teoría dispensacionalista vindica el Judío por 2000 años de incredulidad y al mismo tiempo se contradice a sí misma alegando que el reino el cual los Judíos rechazaron fue el mismo reino por el que le crucificaron por no haberlo ofrecido pero el cual ha de ser conferido a ellos gratuitamente en el futuro próximo como el cumplimiento de la promesa de Dios a Abraham.
Si nuestros amigos no pueden ver su desesperante dilema en el cual su teoría les envuelve, solamente podemos asombrarnos ante el éxito de tal error del Dispensacionalismo por medio del cual los poderes del mal han tenido éxito al prácticamente destruir la exposición de la Escritura y su entendimiento.
La verdad es que no hay ni un aliento de sugerencia que Cristo jamás haya “ofrecido” a los Judíos ningún otro “reino” que el evangelio: que eso es realidad el reino el cual Juan el Bautista vino a presentar bajo la palabra clave “arrepentios”, el cual Cristo mismo presentó con la misma palabra clave “arrepentios”, que el Sermón del Monte el cual fue introdujo formalmente Su misión fue de hecho una exposición del texto “Arrepentios porque el reino de los cielos se ha acercado.” En ese gran sermón Cristo no le prometió u ofreció nada a ninguno excepto al “pobre de espíritu”, el “enlutado por el pecado”, el “manso”, el “quebrantado de corazón”, y aquellos que tienen “hambre y sed” de verdadera justicia.
El Dispensacionalismo enfrentado a la vergonzosa realidad que estas disposiciones en el alma están notablemente ausentes en la ocupación Palestina de los Judíos de nuestro día, han descendido a crear la idea de que los Judíos deben volver a Palestina en incredulidad aunque esta fue la misma razón por la cual fueron echados de Palestina. La teoría enseña que la Segunda Venida de Cristo ha de convertir los Judíos “en un día” a pesar del hecho de que ellos no deben ser convertidos a las concepciones de un reino de Cristo terrenal, siendo que ellos crucificaron al Salvador por no haber establecido esa misma cosa.
La teoría dispensacional de hoy día está alabando jubilosamente el prospecto de un cumplimiento de expectación judía de un reino terrenal con el Mesías. Los teoriítas exceden los rabinos el entusiasmo, ya que es de las fuentes rabínicas que estas teorías han sido manufacturadas. En realidad ellos le dicen a los Judíos en su presente ocupación de Palestina, en un estado de amarga hostilidad hacia Cristo y el evangelio Cristiano, es el cumplimiento de la profecía y que su celo impío en contra de Cristo y la verdad ha de ser recompensado prontamente por Dios con una fe instantánea y que esto es extraordinariamente un acto de la voluntad de Dios para cumplir las promesas hechas a Abraham.
Pero Pablo en Gálatas ya nos ha dicho quién es la simiente de Abraham, a quienes fueron hechas las promesas, y el no menciona ni una palabra acerca de la restauración de Palestina, sino que lo edifica todo sobre la naturaleza de la Iglesia. Él mantiene, como hemos visto, que la Iglesia es la continuación legitima del Israel del Antiguo Testamento y la heredera del Pacto Abrahámico y las promesas.
Preguntamos a nuestros amigos Dispensacionalistas que consideren lo que será de su posición si la presente ocupación Judía termina en un desastre. Mientras ellos comienzan a formalizar su respuesta, nosotros hemos de señalar a los lectores que en vez de convertir a Israel y establecerles en la tierra, la segunda venida de Cristo les tomará a ellos (y al mundo) “como ladrón en la noche”, en el cual los cielos pasarán con grande estruendo y los elementos serán desechos con fuego ferviente, y la tierra y todas las cosas que en ella hay serán quemadas (2 Pedro 3:10.)
Pedro no sabe nade de otra “segunda venida” a no ser aquella la cual acaba con los cielos y la tierra en una estupendo incendio. ¿Dónde está pues el reino que Cristo ha de traer a los Judíos, y donde está el “reino” de los Testigos de Jehová, el de los Cristadelfianos, el de los Adventistas y el de los Armostrongitas? Tememos por la compañía a la cual nuestros Dispensacionalistas mantienen y vigorosamente le imploramos que consideren la interpretación de Pablo sobre ¿quien es Israel, que son “los dos pactos” y cual es la naturaleza de“la promesa” hecha a Abraham?
Nuestra palabra final es aquella de Pablo, que significativamente encontramos en la conclusión a su epístola escrita específicamente para librar la Iglesia de su error Judío y de su orgullo Judaico:
“Pero lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo. Porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale nada, ni la incircuncisión, sino una nueva creación. Y a todos los que anden conforme a esta regla, paz y misericordia sea a ellos, y al Israel de Dios. De aquí en adelante nadie me cause molestias; porque yo traigo en mi cuerpo las marcas del Señor Jesús.” (Gálatas 6:14-16.)
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