Como hemos vistos en otras entradas al tratar con la Historia de los Bautistas, la Confesión de Fe de 1689 es un resumen doctrinal de las doctrinas creídas por un grupo de iglesias bautistas en Londres en el siglo XVII, y de las cuales descienden los bautistas modernos. Esta confesión es claramente calvinista en su teología.
Ahora bien, al decir que nuestra confesión es “calvinista” debemos definir este término con cuidado; en primer lugar, por los prejuicios que tienen muchos contra todo tipo de definición doctrinal, como si el hecho de acuñar un nombre para señalar una doctrina la convierta de inmediato en doctrina de hombres.
En segundo lugar, por los prejuicios que muchos tienen contra el calvinismo per se, sobre todo con la doctrina de la elección y la expiación limitada; y tercero, porque la palabra misma puede ser legítimamente usada de diversas maneras.
Algunas veces el término “calvinismo” es usado para señalar las enseñanzas de Juan Calvino, sistematizadas en su obra magna: La Institución de la Religión Cristiana.
Otros llaman “calvinismo” a la cosmovisión que produjo la Reforma y que abrazaron los países que fueron mayormente influenciados por el protestantismo. Esta cosmovisión ha dejado marcas permanentes en dichas sociedades, que podemos ver en mayor o menor grado, aun al día de hoy.
Esta cosmovisión no se circunscribe únicamente a la teología, sino que abarca también aspectos éticos, filosóficos, sociales y políticos, y fue una influencia determinante en el nacimiento de la sociedad moderna occidental.
Pero la mayoría de las veces el término “calvinismo” señala el sistema doctrinal confesado por las iglesias reformadas, donde Dios reina soberano tanto en la salvación de los pecadores, como en la vida cristiana y la adoración de Su pueblo.
La raíz de este sistema doctrinal llamado “calvinismo” subyace en una profunda comprensión de la enseñanza bíblica sobre la majestad de Dios, por un lado, y la miseria humana por el otro.
El calvinismo toma en serio lo que la Biblia enseña acerca de Dios, lo que la Biblia enseña acerca del hombre, y nos mueve a actuar en consecuencia. Cuando usemos en esta clase la palabra “calvinismo” es este último significado el que le estamos dando.
Ahora bien, es importante aclarar que este énfasis del calvinismo en la soberanía y centralidad de Dios no fue una invención de Calvino, sino que es el énfasis de las mismas Escrituras. Se le ha llamado “calvinismo” por el impacto tan profundo que tuvo Calvino en la sistematización de estas doctrinas en el siglo XVI.
Pero no fue él el primero que enseñó estas cosas. De hecho, eso podemos percibirlo claramente al leer sus Instituciones. El campeón de la ortodoxia en el siglo V fue sin duda alguna Agustín de Hipona, y su nombre es continuamente citado, tanto en los escritos de Lutero como en los de Calvino.
Así que el calvinismo no es otra cosa que la expresión del cristianismo bíblico llevado a las últimas consecuencias. Spurgeon dijo en cierta ocasión: “La antigua verdad que Calvino predicó, que Agustín predicó, que Pablo predicó, es la verdad que debo predicar hoy, o de lo contrario sería infiel a mi consciencia y a mi Dios”.
Y Benjamín Warfield, uno de los teólogos más brillantes que ha tenido la iglesia de Cristo a lo largo de su historia, dijo lo siguiente: “Aquel que cree en Dios sin reservas y está determinado a que Dios sea Dios en todo su pensamiento, sentimiento y voluntad – en el ámbito completo de las actividades de su vida, intelectuales, morales, espirituales, en todas sus relaciones… sociales y religiosas – es… un calvinista” (Calvin and Augustine; pg. 288-289).
Al hablar de “calvinismo”, entonces, nos referimos a esa perspectiva teocéntrica que debe gobernarnos en todos los aspectos de nuestra vida. Y nuestra Confesión es calvinista, en oposición a otras confesiones que son arminianas.
Jacobo Arminio fue un teólogo neerlandés que se opuso a las enseñanzas de las iglesias reformadas, sobre todo en lo que respecta a la soberanía de Dios en la salvación de los pecadores. Nació en el 1560 y murió en el 1609.
Sus seguidores fueron conocidos como arminianos, y sus puntos de vista llegaron a ser más radicales que los del mismo Arminio. Sus doctrinas pueden ser resumidas en las siguientes proposiciones:
1. la depravación que vino al hombre por causa de la caída no debe describirse como total; el hombre posee aun la habilidad de inclinar su voluntad a fines buenos.
2. Dios elige o reprueba en base a la fe o a la incredulidad preconocida.
3. Cristo murió por todos los hombres y por cada uno de ellos, aunque sólo los creyentes son salvos.
4. La gracia de Dios puede ser resistida.
5. En esta vida es imposible llegar a tener la seguridad de salvación, a excepción de alguna revelación personal.
Algunas de estas doctrinas fueron presentadas en un documento que fue discutido y condenado en un sínodo de teólogos que se llevó a cabo en la ciudad holandesa de Dort y que concluyó el 9 de mayo de 1619 con la aprobación de un documento conocido como Cánones de Dort. Ahora, noten que Calvino ya había muerto muchos años antes de este sínodo.
Allí fueron redactados cinco puntos en respuesta a las doctrinas de los arminianos, que desde entonces han sido conocidos como los cinco puntos del calvinismo:
1. La depravación total del hombre.
2. La elección incondicional.
3. La expiación limitada (o particular).
4. La gracia irresistible.
5. La perseverancia final de los creyentes.
Estos cinco puntos doctrinales son claramente defendidos por la Confesión de Fe Bautista de 1689 como el sistema de doctrina enseñado en las Sagradas Escrituras, como veremos en una entrada posterior.
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